LINKS
ARCHIVE
You are not logged in. Log in
Entries by Topic
All topics  «
cuento corto
Thursday, 21 May 2009
LA EXTINCION DE ENDEMONIADOS
Topic: cuento corto


 

Aunque había consenso en el objetivo de la reunión, se disentía acerca de la sede del Congreso. Lyon, en Francia, sostenía que testimonios documentales fehacientes demostraban la presencia del Diablo en la región desde los tiempos de los reyes merovingios, y ello era motivo suficiente para ser la sede. Turín argumentaba que como Italia había sido la capital eclesiástica desde los tiempos del rey Constantino, los demonios destacados allí habían trabajado mucho tiempo y tenían sobrada experiencia sobre la región. Ginebra apoyaba sus pretensiones en el hecho de que los principales herejes habían escogido a Suiza como refugio por la liberalidad de sus leyes. Finalmente la disensión se transformó en unanimidad cuando el alcalde de Turín ofreció donar  un millón de dólares, obtener un descuento en el hospedaje de los asistentes y ceder a título gratuito el salón de honor de la municipalidad. A pesar de que la Asociación Cristiana de Jóvenes realizó dos marchas de protestas, el comité organizador aprobó el ofrecimiento del alcalde.

      En la misma reunión se designó presidente a Ti-Jean-Dantor, un ex sacerdote protestante, teólogo y apóstata, convertido al culto vudú durante una visita a Haití. Expectable figuras del ocultismo provenientes de todo el orbe habían comprometido su presencia, con la intención de constituir  un Consejo Ecuménico de Cultos Esotéricos, siguiendo la línea de pensadores satanistas del siglo XX.

     Ti-Jean-Dantor presidió la sesión inaugural en el lujoso salón de actos, sentado detrás de una mesa donde se apoyaba una cruz invertida. Un telón de paño negro cubría  todo el fondo, con cinco círculos concéntricos y un triángulo en su interior, para invocar la protección del Diablo. Una gigantesca pantalla mostraba de tanto en tanto imágenes del rey de los infiernos conforme lo habían imaginado las civilizaciones anteriores y las columnas de los palcos estaban adornadas con facies demoníacas  de todas formas.

     Dio comienzo a la reunión el presidente recitando una oración con las palmas de las manos hacia arriba: "Alabado sea Lucifer: Que tu reino en este mundo no se desvanezca jamás . Danos, Señor, fuerzas para seguir a tu lado, permanece siempre entre nosotros e inspíranos para que nuestros actos testimonien tu poder." A continuación les tomó juramento, y un estruendoso ¡Sí juro! atronó el ambiente. Los brujos enardecidos se confundieron en efusivos abrazos.

     El interés principal de los concurrentes estaba centrado en la modernización de los métodos y ritos empleados para comunicarse con Lucifer y obtener su concurso permanente. En las comisiones de estudio cada hechicero expuso su criterio, aunque en definitiva no insistieron en sus convicciones personales y convinieron en que Lucifer era único y podía invocarse bajo distintas denominaciones según la tradición del lugar. Particularmente notoria fue la actuación de los representantes de los cultos vudú de Haití y macumba de Brasil. Los primeros bregaron con firmeza por la aceptación de su método para resucitar a los muertos y traerlos del reino de Satanás, con la ayuda de los demonios infernales y sin derramamiento de sangre. Los segundos intentaron en que se reconociera que el Diablo es negro y que su apoyo únicamente podía lograrse con la presencia de sangre, aunque fuera sangre animal. La propuesta no fue aceptada ni denegada y para no malograr el concilio, se convino en postergarla hasta el próximo.

      En torno a la sede del Congreso unos doscientos mil cristianos de todas las denominaciones se habían instalado en carpas, cada una con un cirio encendido a la puerta, que de noche proyectaban Un murmullo ininterrumpido de rezos en coro ponían el telón sonoro al espectáculo.  Aquí y allá, por donde se mirara, enormes pancartas

advertían los reproches de los moradores congregados: "¿Por qué lo convocan, si ya lo tienen dentro de ustedes?" Otra estampaba esta leyenda: "No prevalecerán."  Una tercera, escrita probablemente por un creyente familiarizado con el latín eclesiástico,  rememoraba la frase Timor Dei initium sapientiae (El temor a Dios es el comienzo de la sabiduría).

     Frente al portal mismo de la alcaldía, los peregrinos habían levantado un enorme tablado, a modo de escenario, con una larga filas de horcas alineadas. Cada crepúsculo ahorcaban un muñeco con distintas figuraciones de los demonios extraídas de libros esotéricos de todos los tiempos: Andrialfo, con cuerpo de ave de corral; Azazel, con su investidura de macho cabrío; Bafomet, barbudo, con dos cabezas con cuernos; Behemot, pesado buey masticando sin descanso a toda mandíbula; Belial, patrono de los sodomitas, fascinante por su belleza casi femenina; Belcebú, el señor de las moscas, de rostro abotagado, ojos brillantes como ascuas y enmarañadas cejas negras; Bifrorus, torpe y contraído, siempre con una botella de licor en sus manos; Bitru, hermafrodita,  en forma de leopardo alado y órganos de ambos sexos;  Bruno, de tres cabezas; Eurinome, ocultando su cuerpo llagado con pieles de zorra; Mefistófeles, vestido de frac y rostro afable; Furfur, bajo el aspecto de un ciervo; Moloch, como rey de bronce, cabeza  de buey y brazos abiertos; Samael, el seductor de la nuera de Noé, en forma de serpiente; en fin, decenas de imágenes espantosas, exóticas, combinaciones de seres inimaginables, dragones, endriagos, sirenas, silfos, duendes...

     Buer, jefe de cincuenta legiones de demonios, atraía la atención por su efigie semejante a un pulpo, una cabeza leonina  con barba y cabellera contorneándola y cinco patas en forma de rayos emergiendo a los costados.

     Internamente, la Comisión de Pacto Único presidida por un hechicero francés, con fama de semiloco por sus numerosas abjuraciones anteriores, se ocupó de redactar el texto único de pacto con el Diablo que se utilizaría en el futuro en todos los países del mundo para admitir a los nuevos hechiceros. El debate insumió agotadoras jornadas  hasta que se llegó a un acuerdo unánime de diez artículos para proponerlos a la asamblea general. El artículo primero reglamentaba:

     "Todo aspirante a brujo, hechicero o mago debe firmar con un demonio, con sangre y en presencia de testigos, un contrato para ser aceptado como adorador de Satanás,  quien le garantizará toda suerte de honores, riqueza, poder y salud, a cambio de su adhesión, que en todos los casos será irrenunciable."

     Seguían las demás estipulaciones: desprenderse de todo escapulario, rosario, medalla, estampa o  reliquia religiosa;  recibir el bautismo satánico y adoptar un nuevo nombre; sangrarse con un cuchillo ceremonial la palma de la mano y beber la sangre en el cuenco de ella; hacer sacrificios periódicos, asistir a los aquelarres mensuales, provocar deliberadamente alguna calamidad pública, como envenenar aguas, incendiar un templo, matar ganados, pervertir religiosos. En compensación, Lucifer asegurará a cada aceptado por lo menos tres favores, a elección del interesado: inmediata asistencia en los peligros, satisfacción de los deseos carnales, poder político, fortuna en los negocios, acierto en los juegos de azar, felicidad personal y longevidad no inferior a los cien años.

     En el seno de la comisión se descartó la ponencia de un descendiente del conocido relojero Biber que decía haber inventado un reloj infernal cuyas agujas se movían en sentido contrario al normal. No se sabía a ciencia cierta si era teósofo, teólogo, astrólogo, adivino, chamán, brujo o hechicero, pero algo era. ¿Qué tenía que hacer un reloj en un pacto? Los pactos se suscriben para el futuro y no para el pasado.

     También fue rechazada la propuesta de un brujo británico que proponía reducir el pacto a tres artículos únicos: 1) Renegar y blasfemar de todo dios creador que no sea Satán Lucifer; 2) Despreciar, odiar y dañar por siempre a toda persona, iglesia o cofradía que no comulgue con la verdad satánica; 3) Adorar a Satán, ofrendarle cada mes una demostración de culto y reconocerlo como único bienhechor.

    A la mañana siguiente, muy temprano, comenzaron  a llegar los ejemplares de La Giornata con detalladas noticias de la reunió. Nadie sabía que el director del diario, un ferviente creyente, había infiltrado espías en las reuniones y estaba enterado de todo cuanto ocurría.    

     Entretanto, anoticiados los peregrinos exteriores de las deliberaciones, incrementaban su ardor en torno al edificio, pero los policías los contenían a fuerza de bastonazos y gases lacrimógenos. Los alrededores se inundaron de carpas y los cielos se cubrieron de miríadas de globos multicolores, al tiempo que una gruesa capa de oraciones se elevaba a las altura con el mensaje a coro de Te Deum laudamus. La alegría de los sitiadores contrastaba con fastidio de los brujos.

     -Bien, hermanos. Sólo nos restan decidir los precios de nuestra intercesión -dijo el titular de la Comisión de Presupuesto-. La cuestión es la siguiente: ¿debemos o no cobrar por nuestra tarea de reclutar devotos para nuestro Señor Lucifer?  Un manto de silencio sepulcral cayó sobre la sala. Nadie quería ser el primero en dar su opinión. Rompió el silencio un santón indonesio  manifestándose a favor de la percepción de honorarios con este argumento:

     - Si nuestro padre común nos ha escogido como sus servidores privilegiados para garantizar riquezas a nuestros fieles, implícitamente nos ha otorgado a nosotros el derecho de gozar del mismo beneficio. En consecuencia, propongo fijar una escala de aranceles de acuerdo con la importancia de los favores recibidos.

     - Claro, lógico, es justo, por supuesto, naturalmente -confirmaron los presentes.

     Acto seguido se acordó crear una unidad monetaria, que se denominaría luciferio, .equivalente a un dólar estadounidense. No se consideró equitativo percibir igual cantidad por enamorar a una mujer que por invocar la muerte de un enemigo. En ningún caso se permitiría el regateo ni se harían descuentos especiales.

     Para las siete de la tarde del día siguiente estaba anunciada la clausura del Consejo Ecuménico. La sesión se inició con la recitación a coro de la fórmula consagrada y en ella se escucharían testimonios  sorprendentes de quienes afirmaban haber visto en persona a Satanás. Una elegante francesa subió en primer término al escenario y narró su experiencia. Una noche, invocando a Satanás (Invoco te, Deus noster Satana Luciferi Excelsi...), oyó pasos leves y roce de ropajes, y una voz que le prometía matrimonio. Interrogada si había tenido una visión física, contestó:

 -No lo vi precisamente con mis ojos, pero estoy segura  que allí estaba él.

      Más contundente fue el testimonio de un anciano que se presentó como representante del hermetismo francés. Testificó que en un viaje secreto a San Petesburgo, se le presentó en el camarote del tren un campesino ruso, que vestía un largo vestido negro abotonado hasta el cuello que le dijo:

-El zar y su familia morirán. Lo he dispuesto yo así, el Señor de la Luz. .

Y en efecto murieron. Un hechicero del Camerún aseguró que Satán se le presentaba todas las noches de luna llena como una enorme langosta verde erguida sobre sus patas traseras pero que no le hablaba. Un curandero del Altiplano boliviano narró que lo veía a menudo en forma de una luz en el camino, pronunciando la palabra "Zupay, Zupay". El escándalo mayúsculo surgió cuando un manosanta de Buenos Aires quiso hablar a su turno pero el presidente Ti-Jean-Dantor no se lo permitió por falta de tiempo. El argentino exaltado se trepó a una butaca y dijo a gritos que lo había visto una noche neblinosa pasear del brazo con San Pedro en el cementerio de la Chacarita.

     A medida que los procesos programados se cumplían, los creyentes del exterior habían comenzado a desplazarse subrepticiamente en torno a los cuatro lados del edificio hasta conformar una multitud jamás vista. A los fieles se les habían plegado los parientes, los amigos y los hermanos laicos de otras cristiandades. La inminencia de una catástrofe imprecisable no admitía dudas.  Algo tenía que suceder. A la caída del sol los doscientos mil vecinos abrieron sus mochilas, sacaron las piedras que habían traído y al grito de "¡Viva Cristo Rey!"  arrojaron las piedras sobre el edificio municipal y lo cubrieron totalmente hasta convertirlo en una montaña de piedras.

     Muchos años han pasado desde este suceso. No se sabe dónde estaba el antiguo palacio municipal. Un curioso de estos días quiso saber qué había sido de los demonios auténticos ya que los endemoniados habían perecido:

- Como eran espíritus puros se filtraron como aire entre las piedras.

        - Entonces Satanás que había prometido su protección a los endemoniados  no les cumplió.

       - No. Por algo lo llaman el Maligno.


Posted by Carlos A. Loprete at 12:23 AM BRST
Updated: Sunday, 4 October 2009 6:06 PM BRST
Post Comment | Permalink

View Latest Entries