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cuento corto
Thursday, 26 March 2009
EL ARTE DE LAS NECROLOGIAS
Topic: cuento corto

 

    El matiz característico de la personalidad de Leoncio Núñez es su perseverancia en la redacción de notas necrológicas. Si hubiera tenido la suerte de asistir en sus años mozos a la universidad, seguramente se habría dedicado a la historia. Pero la beca prometida por el diputado Solanas en su campaña electoral no llegó nunca, y el pueblo de Las Tinajas  se debió resignar a tener un periodista funerario en vez de un erudito famoso. En las clases de la secundaria el profesor había leído pasajes de personajes célebres de la antigüedad escritos por un tal Plutarco –no recordaba si griego o latino-, que lo habían subyugado hasta la admiración. Nadie había superado al tal Plutarco en el arte de las biografías, al extremo de que un cristiano oriental había escrito una plegaria a Jesucristo para que salvara del infierno a tan ilustre pagano por sus enseñanzas. Lo cierto es que don Leoncio no tuvo otra salida y tuvo que dedicarse el resto de su vida a la composición de elogios fúnebres.

        Pero como en Las Tinajas no se contaba con antepasados tan encomiables como Pericles, Alejandro, Demóstenes, Julio César y Cicerón, nuestro Leoncio pensó que le quedaban los recién fallecidos para lucir sus prendas literarias y no morirse de inanición. Ahí estaban los honorables Navarro Celín, panaderos desde hacía treinta años sin ninguna hija fugada con un gitano; los Acosta Belaustegui, rematadores de ganado sin ni un caso de carbunclo; los Pino Hernández, hoteleros por tradición que habían hospedado en su posada al general Roca en su campaña del desierto, amén de otros distinguidos huéspedes de la aristocracia porteña en sus excursiones de caza.

      No eran muchas las familias patricias del pueblo para proporcionar muertos biografiables en una población de treinta y tres mil doscientas  cincuenta almas. En consecuencia, don Leoncio se había hecho amigo del hambre y convivía estoicamente con los pocos pesos que el diario le prodigaba por nota funeraria. Cuando no se moría un vecino por mes don Leoncio conseguía los emolumentos necesarios paras vivir escribiendo biografías en los cumpleaños, aniversarios y misas de difuntos. Los deudos y familiares solían mostrarse dadivosos en esas ocasiones con tal que el escritor no mezquinara los adjetivos brillantes en sus notas.

        Su fama se había afianzado con la nota mortuoria de don Candelario Irigaray, que antes de cruzar las puertas del otro mundo había sido uno de esos vascos de no quitarse  la boina ni para comer, y que de lechero en su niñez había ascendido a socio honorario y vitalicio del Club Social y Cultural Euzkadi por haber sido campeón cinco años consecutivos en pelota a paleta. Su viuda le había asegurado a Leoncio que no se fijaría en  centavo más o centavo menos, porque bastante se había sacrificado en vida el pobrecito difunto y los miserables pesitos ahorrados en el banco eran al fin de cuentas suyos. Un 21 de agosto, primer aniversario de su muerte, el diario local publicaba un recordatorio elogiando las altísimas dotes personales de don Candelario, “dueño de una exquisita personalidad, pletórica de solidaridad, nutrida en los más altos valores que sustentan la dignidad humana, como lo son el amor, el respeto al prójimo, la generosidad con los humildes, la rectitud de acciones, ejemplo intangible para las generaciones venideras y modelo incólume e impertérrito de excelencias humanas”.

        Su estilo se hizo famoso en  Las Tinajas y Leoncio pasó a ser en adelante Don Leoncio. Al principio llevaba una libreta con cubiertas de hule negro donde anotaba los calificativos y epítetos copiados de La Trompeta de la capital –los mejores en su opinión-, hasta que tres meses después amplió su técnica anotando verbos y metáforas. Este recargo de erudición lo obligó a ampliar su archivo con otras dos nuevas libretas, verde una y roja la otra, para no confundirlas, en las cuales conservaba frases hechas tomadas de Belisario Roldán, el genio argentino y de Bossuet, el genio francés. Fue así como sin haberlo sabido hasta entonces, los tinajenses descubrieron un día que eran ínclitos, perínclitos, preclaros, estelares, egregios, esclarecidos, ilustres, impolutos y grandiosos.

        Como la redacción de tan literarias notas le demandaba al menos dos o tres días, don Leoncio se enteraba con antelación del nombre de los desahuciados y comenzaba a escribirlas para cuando llegara el momento del deceso. Publicar la nota necrológica de doña Mercedes Cora Guzmán de Pérez Montalbán, postrada en cama desde hacía meses por una dolencia incurable, se convirtió en la máxima aspiración del periodista. Esposa de un concejal y descendiente de uno de los fundadores del pueblo, y por lo tanto integrante de la aristocracia pueblerina, era para don Leoncio la presa preferida, algo así como ser coronado poeta ganador en los juegos olímpicos.  La ocasión de la gloria se le presentó cuando el director del diario le anticipó en secreto –no vaya a decírselo a nadie porque lo echo a la calle-, que la antedicha doña Mercedes no tenía más que para dos  o tres días de vida. Don Leoncio escuchó la noticia sin decir esta boca es mía, se encerró en su casa, trabajó con ahínco y redactó la nota necrológica de la futura difunta. Una página literaria augusta no se escribe así como así en unas pocas horas, a menos que uno sea Lope de Vega. La víspera del fallecimiento tenía la pieza literaria concluida y don Leoncio se recluyó a esperar en su retiro el anuncio oficial de la familia.

        La benemérita doña Mercedes tuvo la cortesía de morirse el día previsto. El director corrió a la casa de don Leoncio, pero en el camino se enteró del trágico choque de automóviles ocurrido hacía una hora, en el cual había resultado muerta la esposa del intendente, doña Francisca Eleuteria Magallanes de Domínguez Castro.

         - Don Leoncio, escríbame a todo vapor la necrología de la esposa del intendente. Acaba de morir en un accidente de tránsito -le ordenó.

- Pero, señor director, apenas tengo dos horas para escribirla y eso no es posible.

        - No me contradiga y escríbala o lo pongo de patitas en la calle.

             El escribidor meditó un instante y el miedo al desempleo le agudizó la mente:

                 - Tengo una escrita ya para doña Mercedes Cora Guzmán de Pérez Montalbán.

   El director la leyó y la encontró magistral. En menos que canta un gallo resolvió el dilema con esta orden:

              - Está bien, don Leoncio. Cambie el nombre de doña Mercedes por el de doña Francisca Eleuteria y mándelo a publicar. Un intendente es más importante para nosotros que un concejal. Y ya sabe, punto en boca si quiere seguir trabajando en el diario.

       La nota fue calurosamente elogiada en Las Tinajas y el secretario de la intendencia consiguió que se reprodujera en otros periódicos de la provincia. Don Leoncio, por su parte, comenzó a usar la siguiente semana un nuevo traje de casimir inglés, camisa de seda china y zapatos de cabritilla charolados, en reemplazo de su raído atuendo anterior.

  La maravilla necrológica decía:

 

                      “FRANCISCA ELEUTERIA MAGALLANES DE DOMÍNGUEZ CASTRO

 

     


Q.E.P.D.). En la noche de ayer se extinguió la vida de nuestra ilustre y preclara comprovinciana doña Francisca Eleuteria Magallanes de Domínguez Castro, esposa  fiel y abnegada de nuestro patriótico alguacil mayor don Hermenegildo Domínguez Castro, a quien acompañó sin desmayo en la defensa de los más excelsos valores humanitarios y democráticos a lo largo de su fecunda vida política.

    Con el fallecimiento trágico de la señora de Domínguez Castro nuestra sociedad pierde a una dama que por su ínsita bondad, ejemplar sencillez y pródigo altruismo, ocupó un lugar de privilegio en los círculos que frecuentó en los momentos en que su inquebrantable vocación maternal se lo permitió. Constituyó con su digno esposo un hogar ejemplo de virtudes y renunciamientos, y entre ambos transmitieron modelos de nobleza, amor y humanidad a sus vástagos, uno de los cuales está a punto de graduarse de escenógrafo en una universidad capitalina.

      Fue además una exquisita lectora de poesía, afición a la dedicó horas hurtadas al sueño, y que aunque celadas al interés público por su modesto silencio, era conocida por personas de su intimidad, quienes han elogiado la cautivante melodía de su recitación y la agudeza y finura intelectual de sus glosas.

     Dueña de una personalidad sin par, cordial, sugestiva y armoniosa, había venido al mundo en la Villa del Quebrachal, donde residen aún varios de sus antepasados y yacen sepultos otros familiares no menos ilustres, entre quienes nos congratulamos en recordar en particular a su padre, don Crisóstomo Cristóforo Crisólogo Magallanes, introductor en la vecina localidad de la primera bicicleta rodante fabricada en Inglaterra por la más prestigiosa empresa metalúrgica en el mundo.  

   Durante el sepelio de sus restos, que tendrá lugar en la necrópolis local a las 15 horas, se pondrá en evidencia, a no dudarlo,  el profundo e inconsolable dolor que su óbito ha producido en nuestra consternada sociedad, que anoche mismo ha iniciado las rogativas novenarias por el eterno reposo de su alma en el beatífico reino del Creador, en una atmósfera balsámica de aromas florales emanados de las incontables coronas y palmas recibidas”. 

      Letras son valores, no meros borrones, se dijo para sus adentros el plumífero don Leoncio parodiando a la Santa Doctora Teresa de Jesús. Lo demás ocurrió por propio encadenamiento de los hechos. El intendente, que jamás había imaginado la historicidad de su difunta esposa, habló con el director del diario, éste con el literato y los tres con el gobernador de la provincia, quien por decretó designó a Las Tinajas como la Capital Nacional de los Panegíricos Fúnebres.


Posted by Carlos A. Loprete at 3:07 PM BRST
Updated: Sunday, 4 October 2009 6:08 PM BRST
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